Ésta es una historia de dos hermanos, un chico y una chica, Jaume Jordi y Marta Llopis (@Jaumejordi8 y @lloopis_m en Instagram), los cuales crecieron en el seno de una familia de 5, siendo el mediano y la pequeña de la casa.
Son 2 menores educados, que no se meten en problemas, muy arraigados a los suyos y con una gran pasión por el mismo deporte: el fútbol.
Él siempre fue el espejo donde ella se iba reflejando, siguiendo sus pasos por el fútbol base del mismo club en unos años en los que lo común era ver jugar a las niñas jugando con niños.
Él era un jugador de medio campo, capaz con la pelota, con buen desplazamiento y buen golpeo de media distancia a portería. Introvertido fuera del campo, pero con carácter ganador dentro del mismo.
Ella, jugadora de medio campo, líder del equipo en todos los sentidos, a nivel físico, a nivel de calidad y a nivel de efectividad de cara a gol. Igual que él, callada fuera del campo, pero con las ideas claras una vez se vestía la camiseta, el pantalón, las medias y las botas.
El mismo campo observaban las evoluciones de los hermanos jugando a fútbol para el mismo escudo, en categorías diferentes, pero siempre apoyados por la familia, sus padres y su hermana mayor (podríamos decir que la mayor hincha era su madre, la cual era pasional y ferviente en su admiración hacia los suyos).
Los caminos fueron dispares. Mientras el hermano crecía junto a los de su edad, manteniendo un rendimiento regular en su etapa, la hermana lo hacía con un grupo de niños destacando por encima de ellos ya desde bien pequeñita… Tanto era así, que recibía llamadas de clubes para jugar en categoría femenina, en clubes especializados en ello.
Todo transcurría de manera paralela. El chico tenía claro que su progresión pasaba por estudiar y jugar a fútbol en su club, aprovechando las oportunidades desde ahí. Ella tenía que decidir dar el paso hacia la especialización en el mundo del fútbol femenino, ya que se acercaba a la edad límite de jugar de manera mixta (los estudios no hace falta apuntar nada, ya que siempre había sido un hacha).
Y ese día llegó, ese día de separar los caminos, de tener que tomar la decisión más complicada hasta ese momento, la de separarse de su club, de su amor, de esa grada animando a su hermano y de ese campo con tantos kilómetros recorridos.
Ese día en el cual, el paso fue tan grande que en el momento no se da cuenta lo que había conseguido: dar el salto a uno de los clubes referencia del país en cuanto al fútbol femenino, un club que desde sus jugadores más jóvenes, cuida el más mínimo detalle por y para su evolución personal y profesional.
El salto fue enorme, de entrenar con sus amigos, en su ambiente a hacerlo en unas instalaciones de primera, con recursos de primera, compañeras nuevas, personas diferentes, lejos de casa, viajes de ida y vuelta…sin su hermano.
Mientras, el hermano seguía quemando etapas en su club, siendo uno de los factores claves de los resultados deportivos obtenidos por el equipo, siendo referencia en facetas de construcción de juego…y, cómo no, siguiendo a su hermana cuando los partidos no coincidían.
Qué momentos esos en los que uno jugaba en un campo y ella en otro, partiendo la familia para seguir a sus pequeños allí donde iban a pegarle a la pelota, pero siempre atentos a las evoluciones del otro campo.
Su aterrizaje en el nuevo club fue progresivo, teniendo una primera etapa más reservada en todos los sentidos, haciendo que su calidad futbolística no se viese reflejada en su totalidad desde el primer día, aunque mostrando algún que otro destello, que en poco tiempo iban a ser decisivas en su equipo, situación que le permitía ir subiendo categorías en ese gran club con el que se le abrían las puertas para llegar a cumplir su sueño: convertirse en profesional del fútbol.
Antes de seguir con la historia, apuntar que el hermano, también perseguía un sueño: vivir del fútbol, trabajar en él, al principio de futbolista… aunque a medida que iban pasando los años, no se cerraba el camino a seguir relacionado con este mundillo como entrenador, ayudante, analista… Por lo que una vez acabada su etapa de fútbol base, decidió emprender un camino paralelo de estudios deportivos que le llevaron a especializarse en la actividad física y más concretamente en el fútbol.
Ella, que era más joven, le quedaban unos largos meses hasta finalizar su etapa en el fútbol base, el cual le hacía presagiar que podía tener la opción de poder quemar esa etapa de su vida ascendiendo al equipo Sénior Filial, lo que significaba poder jugar en Categoría Nacional, con las mejores jugadoras del país.
Él rápido se dio cuenta que su sueño era muy difícil alcanzarlo practicando el fútbol, por lo que no sin hacerlo en equipos de menos responsabilidad, centró sus esfuerzos en hacerlo por el camino de la organización, análisis, gestión… Primero como entrenador, cometiendo errores, practicando sus ideas, poniendo a servicio de los demás sus conocimientos, hasta el día que recibió una llamada para dar el salto a un mundo diferente, que conocía de cerca pero que no había formado parte jamás: el del fútbol femenino.
Qué casualidad, la llamada era del mismo club donde juega su hermana, un club que apuesta por el fútbol femenino prácticamente equiparándolo al masculino, donde podría elaborar una ruta para conseguir su propósito.
Y lo hizo como analista de rivales y de su equipo, el equipo sénior del club, ese equipo que iba a estar un peldaño por encima del equipo para el que reclutaron a su hermana. Ella consiguió su primer logro: debutar en categoría Nacional después de un largo trayecto, lleno de trabas, de personajes en la grada señalándola cuando jugaba con niños, lleno de personas que dudaban de que pudiese una niña llegar a jugar igual o mejor que los niños…
El camino se estrechaba, ese horizonte tan lejano y de direcciones tan opuestas, se estaba acercando años después lejos de sus orígenes, de la gente que les protegía y arropaba, llegando a trabajar de manera conjunta en el mismo equipo, teniendo que dirigir el hermano a la hermana en determinados entrenamientos y ejercicios… ¡qué pasada! Ese hermano que protegía a la peque, la dirigía intentando seguir enseñando y aconsejando… y esa hermana que se le caía la baba viendo a su hermano jugar, se le seguía cayendo la baba siendo dirigida por él.
Y qué decir de la hincha número 1 y del resto de familia, no les cabía el babero en el pecho del orgullo que sentían disfrutando de cada uno de ellos haciendo lo que más les gustaba.
Esta historia nos enseña cómo el mundo del deporte es maravilloso, lleno de situaciones peculiares, inesperadas, no buscadas… y otras que con trabajo y tesón, consiguen hacer sueños realidad y cómo a pesar de lo grande que parece este mundo, los caminos siempre se pueden volver cruzar.
El sueño de los hermanos no acaba aquí, probablemente empieza aquí: uno dirigiendo un equipo de gran envergadura y con mucho que decir desde los banquillos como es el Español y ella…qué decir de ella, habiendo dado el salto al Barça, uno de los mejores equipos de fútbol femenino a los que puede optar una jugadora y estando muy muy cerca de hacer sombra a las mejores jugadoras del país.
Una vez más gracias a la vida por regalarnos historias tan increíbles como ésta, con una familia que después de haber separado sus caminos, ahora es referencia en su deporte.