El gol de Chu

Quién soy yo es lo de menos. Alguien como usted, como la mayoría. Uno de esos que acuden a ver a su equipo cada quince días. Un anónimo que, como todos los anónimos, tiene vivencias propias, imborrables, que serán siempre de su propiedad, y quién sabe, sino hasta más allá de la muerte.

Estoy agradecido a mis padres, la infancia que me regalaron y a la suerte de compartir gran parte de la misma con unos vecinos maravillosos. Entre ellos estaba Chu. Yo creo que las tres personas más importantes en mi vida fueron mis padres y él. Mis padres porque me enseñaron todo, porque hicieron todo lo posible para que tuviese una buena educación y unos valores y Chu, también. Creo que una de las cosas más flipantes del proceso educativo es cuando aprendes a jugar, cuando empiezas a identificar lo que te gusta y lo que no y, por lo tanto, cuando en tu mente infantil distingues las cosas que te hacen feliz. Chu estuvo siempre en este proceso de mi vida.

Él ya se acercaba a la veintena cuando yo nací. Con él disfruté de los primeros Juegos Olímpicos de los que tuve consciencia. Vibrábamos con las remontadas de Dave Wottle, para nosotros “el gorrita”; con el primer Mundial, en 1974, con aquella Polonia espectacular de Tomaszewsky, Deyna, el calvo Lato y el greñudo Szarmach, aquel gol de Sparwasser a Maier, el gol de falta de Rivelino a la propia Alemania Oriental, por el hueco que le dejara un compañero, o el repaso de Holanda a Brasil el día en el que los conceptos del fútbol volvieron a cambiar.

Antes de eso, Chu se curró mis colecciones de cromos, desde la temporada 1970/71. Creo que a él y a su madre les hacía tanta ilusión comprarme los sobres como a mí abrirlos. Mi padre y un tío fueron los primeros que me llevaron al fútbol, en la Preferencia del Manuel Rivera, o en casa de Ana, en el edificio del Rosario. Al Racing solo le dejaban ser Ferrol, estaba en Segunda y yo tenía tres años. Aún recuerdo mi primer partido, contra el Mallorca, mi primera Tribuna, contra el Sevilla, en la que mi padre defendió nuestros lugares numerados, o aquel matinal contra el Deportivo, en el que les retardamos el ascenso con un gol de Pepiño. Vi, escuché y miré lo de siempre y, como siempre, por este orden: la gente levantándose antes de la finalización de la jugada, el grito del gol en medio de señores felices y, finalmente, desde los hombros de mi padre, a Pepiño estrujado en el suelo por una montaña de jugadores verdes. Después, durante mucho tiempo, quien me llevaba era Chu. A su lado, ya en Tercera, la de mediados de los setenta, sufrí aquellos partidos contra el Ensidesa, contra el Basconia, el Sestao o el Bilbao Athletic. ¡Qué altos eran aquellos jugadores y cómo nos costaba ganarles!

Cuando el Racing jugaba fuera, el plan de la tarde era quedarse en la sala de estar de su casa y, libreta en mano, anotar la evolución de los marcadores, pero siempre en Radio Popular, porque era donde hacían la desconexión para decir cómo iba el Racing. Por la noche escuchábamos Plus Marca, donde Porta de la Encina hacía el más inmediato, intenso y fervoroso resumen que el que leeríamos un día después en La Hoja del Lunes, o dos días más tarde en La Voz de Galicia. Entre semana, cuando se acababan los deberes, recorría con Chu, en un tablero de parchís, los pueblos de Francia, de Italia o de España reproduciendo a base de fichas, dados y casillas, el Tour, el Giro y la Vuelta. En la alfombra, con unas porterías preciosas que le había hecho un carpintero, jugábamos la liga de Primera con los cromos repetidos. Cuando no, con un par de imperdibles, me enganchaba una tela blanca, cuadrada, con un estilizado número 1 escrito a bolígrafo, en la chaqueta azul marino del colegio y reproducíamos la última jornada del grupo I de Tercera a base de penaltis en el pasillo de su casa. Cuando era yo quien lanzaba, me cambiaba el 1 por el 9, el que tenía en el primer “traje de futbolista” de mi vida, el del Racing.

Por todo lo dicho, y también por sus bonitos y firmes dígitos rellenando cada semana el Dinámico pequeño, o aquellas dominicales sábanas de corta vida, creo que de Pueblo, el fútbol y el Racing habían entrado en mis venas sin darme cuenta. Pero también el gusto por anotarlo todo, por guardarlo todo. Los Dinámicos que compraba, imitándolo, también ayudaron mucho a que el enganche con la estadística fuese total desde muy pequeño.

A los catorce años cambié de casa. Chu ya no estaba desde hacía años. Se había casado. Recuerdo el día de su boda, un 8 de octubre de 1978, no por la celebración, sino porque me marché al Manuel Rivera, en medio del convite, para ver un Racing-Coruña, otra vez en Segunda, que los deportivistas empataron en la última jugada, sin que el árbitro nos dejase hacer un cambio antes del córner que dio lugar al gol de Gallego.

Perdí el contacto con Chu durante unos cuantos años. Él había vivido en otras ciudades hasta que consiguió su jubilación anticipada. Era lógico que, de vuelta en Ferrol, acabáramos encontrándonos para que sucediera lo que tenía que pasar. Él siempre fue por delante de mí. Ya tenía su ordenador y su afición se mantenía intacta, yo tenía muchos papeles, cada vez más libros y fotocopias de campeonatos, pero prefería mi Olivetti eléctrica a aquel monstruo con pantalla, torre y teclado que tenía el peligro de crear adicciones.

Después del Mundial de 1994 me dijo: “hay que darle un sentido a lo que tenemos”. El resultado fueron dos anuarios del fútbol español inéditos, la especialización estadística sobre fútbol gallego por culpa de la oferta de un periódico vigués, que no se consolidó, y dos anuarios de fútbol gallego publicados. Al final del 2000 decidimos levantar el pie del acelerador. Llevábamos trabajando a un ritmo muy alto durante un lustro con resultados profesionales frustrantes. Como cierre, pudimos celebrar el regreso del Racing a Segunda en aquel interminable partido contra el Ceuta. Al final del mismo, al encontrarnos en medio de la muchedumbre, vi sus ojos lacrimosos y nos dimos un abrazo.

Para la vuelta a Segunda cambié mi carné de Fondo al haber un asiento libre a su lado, en Preferencia. Seguíamos alimentando razones para no volver a separarnos, pese a que, en este caso, el que se marchara a trabajar a otra ciudad fuera yo. Celebramos la permanencia del equipo en la 2000/01, con el gol de Pavlicić ante el Levante, y en la siguiente, cuando el equipo estaba haciendo una temporada más tranquila, sucedió lo peor.

Chu nos dejó de repente. Eran los primeros días del 2002. Yo había estado con él un par de días antes. Habíamos quedado que para el partido contra el Córdoba pasaría a recogerlo y subiríamos al campo en mi coche. El viernes por la tarde sonó el teléfono. Comencé a gritar en mi casa al escuchar a Amparo, su hija. Acababa de darme la peor noticia de mi vida. No pude ir al entierro, pero como habíamos quedado, aunque ya no estaba, pasé por delante de su casa camino de A Malata. No me enteré, ni me importó, la derrota contra el cuadro andaluz. Solo sé que me senté en un lugar apartado y pasé el partido llorando. No recuerdo más. La semana siguiente, con el comienzo de la segunda vuelta, el Racing jugó de nuevo en casa. Con ciertas reticencias, recuperé mi asiento. Era mejor hacerlo ya, aunque sintiera su ausencia. Tampoco recuerdo mucho del partido, ni que Aizkorreta detuviese un penalti a Nino. Acabé centrándome en el juego al final. Racing y Elche empataban sin goles. En la última jugada, pensé en Chu. No soy creyente, pero de manera irracional le pedí, si estaba allí, que nos ayudase. Un centro desde la izquierda del ataque, precisamente desde la zona de Preferencia, lo acabó rematando Manel. Tengo fijado el testarazo claramente. Estaba en el segundo palo y la pelota salió paralela a la portería, sin trayectoria de gol. En el vuelo, tras superar la posición del meta ilicitano, el balón cambió de manera sorpresiva su dirección para alojarse dentro de la portería. La gente empezó a gritar y a celebrar. Escuché muy lejos aquel jolgorio mientras me envolvía una atmósfera de paz. Miré al cielo del anochecer. Sin levantar el brazo, señalé hacia las estrellas y dije hacia mis adentros: “Gracias por estar aquí”.

Llevo años guardándome esta historia. Tanto es así, que con el paso del tiempo pensé que aquel gol era una recreación de mi mente. Ayer se la conté a una de las personas que más aman al Racing, el mayor coleccionista de objetos del club. Tras hacerlo, me di cuenta que tenía un miedo paradójico para comprobar lo que había sucedido de verdad. Temía que imágenes, o algún relato sobre aquel gol, confirmaran que el desenlace de la jugada, tal como la guardaba, fuese fruto de mi imaginación; pero también me asustaba, en mayor medida, que esos documentos confirmasen que los hechos fueron como los vi y los recuerdo.

Refugiándome en la conversación, encontré el pretexto perfecto para superar mis reticencias y revisar lo sucedido. Hallé una crónica del partido. Tras leer la narración del gol en La Voz de Galicia comencé a estremecerme, se me puso la piel de gallina y el frío recorrió mis brazos. Le mandé el enlace a mi interlocutor y le ocurrió lo mismo. Entre los dos decidimos que la historia no me la podía quedar. El gol se lo dieron a Manel, pero para mí fue de Chu. Después de contarle la historia y ver el texto del gol, reconoció que no será él quien me lo desmienta.

Pongo mi testimonio para que ustedes, lectores, lo valoren. Aquí dejo el fragmento periodístico para que puedan hacerlo. Yo ya lo he hecho y así se lo he contado.

Sin embargo, prácticamente en la única llegada del Racing con cierto peligro -salvo un posible penalti a Uriz por un desplazamiento- un centro de Grozdic lo toca Emery con la cabeza, el balón llega a Manel quien también golpea con la cabeza y el balón hace un extraño que sorprende a Valerio.

https://www.lavozdegalicia.es/noticia/ferrol/2002/01/12/racing-revive-tras-agonico-triunfo-frente-elche/0003_910718.htm

Ficha del partido:

TEMPORADA 2001/02 – SEGUNDA DIVISIÓN – JORNADA 22

SÁBADO 12/01/2002     (18,30)     Campo: A MALATA     (4.000)

RACING C. FERROL : 1 ‑ ELCHE C.F. : 0     (0‑0)

RFE : Aizkorreta; José Ángel, Garrido, Íñigo, Raúl López; Méndez (Lobos 74’), Grozdić, Úriz, Delporte (Emery 69’); Ismael, Redondo (Manel 63’).   Ent. Luis César.   (Banco: De Navas (g); Jacob; Pablo; Palacios).

ELC : Valerio; Keko, Benja, Noguerol, Tasevski; Redondo (Serrano 67’), Raúl, Paco García, Sena; Moha (Moreno 82’), Nino.   Ent. Julián Rubio.   (Banco: Diezma (g); Antía; Manúsovich; Israel; Doménech).

Goles: 1-0 Chu 90’

Árbitro: Moreno Delgado (Cataluña).     Auxiliares: Dauder Senserrich y Borrás Colomina.     4º árb.: Sobrino Rodríguez.

Amonestaciones: TA: Delporte 21’; Moha 23’; Noguerol 33’; Garrido 57’; Paco García 68’ / Luis César (ent. RFE) 77’.

NOTAS: 13’ Aizkorreta rechaza un penalti lanzado por Nino.

Observaciones: El colegiado otorgó a Manel el 1-0 en el acta.

Carlos Castro Pinhão

Ferrol, 4 de agosto de 2021

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